¡Yo
lo que tengo, amigo, es un profundo
deseo de dormir!... ¿Sabes?: el sueño
es un estado de divinidad.
El que duerme es un dios... Yo lo que tengo,
amigo, es gran deseo de dormir.
El sueño es en la vida el solo mundo
nuestro, pues la vigilia nos sumerge
en la ilusión común, en el océano
de la llamada «Realidad». Despiertos
vemos todos lo mismo:
vemos la tierra, el agua, el aire, el fuego,
las criaturas efímeras... Dormidos
cada uno está en su mundo,
en su exclusivo mundo:
hermético, cerrado a ajenos ojos,
a ajenas almas; cada mente hila
su propio ensueño (o su verdad: ¡quién sabe!)
Ni el ser más adorado
puede entrar con nosotros por la puerta
de nuestro sueño. Ni la esposa misma
que comparte tu lecho
y te oye dialogar con los fantasmas
que surcan por tu espíritu
mientras duermes, podría,
aun cuando lo ansiara,
traspasar los umbrales de ese mundo,
de tu mundo mirífico de sombras.
¡Oh, bienaventurados los que duermen!
Para ellos se extingue cada noche,
con todo su dolor el universo
que diariamente crea nuestro espíritu.
Al apagar su luz se apaga el cosmos.
El castigo mayor es la vigilia:
el insomnio es destierro
del mejor paraíso...
Nadie, ni el más feliz, restar querría
horas al sueño para ser dichoso.
Ni la mujer amada
vale lo que un dormir manso y sereno
en los brazos de Aquel que nos sugiere
santas inspiraciones. ..
«El día es de los hombres; mas la noche,
de los dioses», decían los antiguos.
No turbes, pues, mi paz con tus discursos,
amigo: mucho sabes;
pero mi sueño sabe más... ¡Aléjate!
No quiero gloria ni heredad ninguna:
yo lo que tengo, amigo, es un profundo
deseo de dormir...
martes, 26 de noviembre de 2013
"Si una espina me hiere" Amado Nervo
¡Si una espina me hiere, me aparto de la espina,
...pero no la aborrezco! Cuando la mezquindad
envidiosa en mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina,
hacia más puro ambiente de amor y caridad.
¿Rencores? ¡De qué sirven! ¡Qué logran los rencores!
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores:
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,
se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer, vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocada en flor de paz!
...pero no la aborrezco! Cuando la mezquindad
envidiosa en mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina,
hacia más puro ambiente de amor y caridad.
¿Rencores? ¡De qué sirven! ¡Qué logran los rencores!
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores:
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,
se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer, vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocada en flor de paz!
"El amor nuevo" Amado Nervo
Todo amor nuevo que aparece
nos ilumina la existencia,nos la perfuma y enflorece.
En la más densa oscuridad
toda mujer es refulgencia
y todo amor es claridad.
Para curar la pertinaz
pena, en las almas escondida,
un nuevo amor es eficaz;
porque se posa en nuestro mal
sin lastimar nunca la herida,
como un destello en un cristal.
Como un ensueño en una cuna,
como se posa en la rüina
la piedad del rayo de la luna.
como un encanto en un hastío,
como en la punta de una espina
una gotita de rocío...
¿Que también sabe hacer sufrir?
¿Que también sabe hacer llorar?
¿Que también sabe hacer morir?
-Es que tú no supiste amar...
lunes, 25 de noviembre de 2013
"Poema XX" (20 poemas de amor y una canción desesperada) Pablo Neruda
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último
dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
"Red" Taylor Swift
"Red" Taylor Swift
Loving him is like driving a new Maserati down a dead end street
Faster than the wind, passionate as sin, ending so suddenly
Loving him is like trying to change your mind once you're already flying through the free fall
Like the colors in autumn, so bright, just before they lose it all
Losing him was blue, like I've never known
Missing him was dark grey, all alone
Forgetting him was like trying to know somebody you never met
But loving him was red
Loving him was red
Touching him was like realizing all you ever wanted was right there in front of you
Memorizing him was as easy as knowing all the words to your old favorite song
Fighting with him was like trying to solve a crossword and realizing there's no right answer
Regretting him was like wishing you'd never found out that love could be that strong
Losing him was blue, like I've never known
Missing him was dark grey, all alone
Forgetting him was like trying to know somebody you never met
But loving him was red
Loving him was red
Oh, red
Burning red
Remembering him comes in flashbacks, in echoes
Tell myself it's time now, gotta let go
But moving on from him is impossible when I still see it all in my head
Burning red
Loving him was red
Oh, losing him was blue, like I've never known
Missing him was dark grey, all alone
Forgetting him was like trying to know somebody you never met
'Cause loving him was red
Yeah, yeah red
Burning red
And that's why he's spinning round in my head
Comes back to me, burning red
Yeah, yeah
His love was like driving a new Maserati down a dead end street
Loving him is like driving a new Maserati down a dead end street
Faster than the wind, passionate as sin, ending so suddenly
Loving him is like trying to change your mind once you're already flying through the free fall
Like the colors in autumn, so bright, just before they lose it all
Losing him was blue, like I've never known
Missing him was dark grey, all alone
Forgetting him was like trying to know somebody you never met
But loving him was red
Loving him was red
Touching him was like realizing all you ever wanted was right there in front of you
Memorizing him was as easy as knowing all the words to your old favorite song
Fighting with him was like trying to solve a crossword and realizing there's no right answer
Regretting him was like wishing you'd never found out that love could be that strong
Losing him was blue, like I've never known
Missing him was dark grey, all alone
Forgetting him was like trying to know somebody you never met
But loving him was red
Loving him was red
Oh, red
Burning red
Remembering him comes in flashbacks, in echoes
Tell myself it's time now, gotta let go
But moving on from him is impossible when I still see it all in my head
Burning red
Loving him was red
Oh, losing him was blue, like I've never known
Missing him was dark grey, all alone
Forgetting him was like trying to know somebody you never met
'Cause loving him was red
Yeah, yeah red
Burning red
And that's why he's spinning round in my head
Comes back to me, burning red
Yeah, yeah
His love was like driving a new Maserati down a dead end street
jueves, 21 de noviembre de 2013
"Cuando llegues a amar" Rubén Dario
Cuando llegues a amar, si no has amado,
sabrás que en este mundo
es el dolor más grande y más profundo
ser a un tiempo feliz y desgraciado.
es el dolor más grande y más profundo
ser a un tiempo feliz y desgraciado.
Corolario:
el amor es un abismo
de luz y sombra, poesía y prosa,
y en donde se hace la más cara cosa
que es reír y llorar a un tiempo mismo.
Lo peor, lo más terrible,
es que vivir sin él es imposible.
de luz y sombra, poesía y prosa,
y en donde se hace la más cara cosa
que es reír y llorar a un tiempo mismo.
Lo peor, lo más terrible,
es que vivir sin él es imposible.
lunes, 18 de noviembre de 2013
"Instrucciones para subir una escalera" Julio Cortázar
Nadie habrá
dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una
parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente
se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular,
conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente
variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes
verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión
momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como
se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el
anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra
combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de
trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las
escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan
particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie,
los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los
ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y
respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por
levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre
en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón.
Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se
recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no
ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie,
se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste
descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños
son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La
coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación.
Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
Llegado en
esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos
hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con
un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el
momento del descenso.
"Tus ojos" Octavio Paz
Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima,
silencio que habla,
tempestades sin viento, mar sin olas,
pájaros presos, doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
otoño en un claro del bosque en donde la luz canta en el hombro de un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo, puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea,
páramo.
silencio que habla,
tempestades sin viento, mar sin olas,
pájaros presos, doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
otoño en un claro del bosque en donde la luz canta en el hombro de un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo, puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea,
páramo.
"Instrucciones para llorar" Julio Cortázar
Dejando de
lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por
esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con
su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una
contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y
mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno
se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y
si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo
exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho
de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará
con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños
llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón
del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
"Más allá del amor" Octavio Paz
Todo nos amenaza:
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra;
la conciencia, la transparencia traspasada,
la mirada ciega de mirarse mirar;
las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,
el agua, la piel;
nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,
murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.
Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama.
Afuera la noche respira, se extiende,
llena de grandes hojas calientes,
de espejos que combaten:
frutos, garras, ojos, follajes,
espaldas que relucen,
cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos.
Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma,
de tanta vida que se ignora y se entrega:
tú también perteneces a la noche.
Extiéndete, blancura que respira,
late, oh estrella repartida,
copa,
pan que inclinas la balanza del lado de la aurora,
pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida.
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra;
la conciencia, la transparencia traspasada,
la mirada ciega de mirarse mirar;
las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,
el agua, la piel;
nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,
murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.
Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama.
Afuera la noche respira, se extiende,
llena de grandes hojas calientes,
de espejos que combaten:
frutos, garras, ojos, follajes,
espaldas que relucen,
cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos.
Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma,
de tanta vida que se ignora y se entrega:
tú también perteneces a la noche.
Extiéndete, blancura que respira,
late, oh estrella repartida,
copa,
pan que inclinas la balanza del lado de la aurora,
pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida.
"El Aleph" (fragmento) Jorge Luis Borges
-¡La casa de mis padres, mi casa, la vieja casa inveterada
de la calle Garay! -repitió, quizá olvidando su pesar en la melodía.
No me resultó muy difícil compartir su congoja. Ya cumplidos
los cuarenta años, todo cambio es un símbolo detestable del pasaje del tiempo;
además, se trataba de una casa que, para mí, aludía infinitamente a Beatriz.
Quise aclarar ese delicadísimo rasgo; mi interlocutor no me oyó. Dijo que si
Zunino y Zungri persistían en ese propósito absurdo, el doctor Zunni, su
abogado, los demandaría ipso facto por daños y perjuicios y los
obligaría a abonar cien mil nacionales.
El nombre de Zunni me impresionó; su bufete, en Caseros y
Tacuarí, es de una seriedad proverbial. Interrogué si éste se había encargado
ya del asunto. Daneri dijo que le hablaría esa misma tarde. Vaciló y con esa
voz llana, impersonal, a que solemos recurrir para confiar algo muy íntimo,
dijo que para terminar el poema le era indispensable la casa, pues en un ángulo
del sótano había un Aleph. Aclaró que un Aleph es uno de los puntos del espacio
que contienen todos los puntos.
-Está en el sótano del comedor -explicó, aligerada su
dicción por la angustia-. Es mío, es mío: yo lo descubrí en la niñez, antes de
la edad escolar. La escalera del sótano es empinada, mis tíos me tenían
prohibido el descenso, pero alguien dijo que había un mundo en el sótano. Se
refería, lo supe después, a un baúl, pero yo entendí que había un mundo. Bajé
secretamente, rodé por la escalera vedada, caí. Al abrir los ojos, vi el Aleph.
-¿El Aleph? -repetí.
-Sí, el lugar donde están, sin confundirse, todos los
lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos. A nadie revelé mi descubrimiento,
pero volví. ¡El niño no podía comprender que le fuera deparado ese privilegio
para que el hombre burilara el poema! No me despojarán Zunino y Zungri, no y
mil veces no. Código en mano, el doctor Zunni probará que esinajenable mi
Aleph.
Traté de razonar.
-Pero, ¿no es muy oscuro el sótano?
-La verdad no penetra en un entendimiento rebelde. Si todos
los lugares de la tierra están en el Aleph, ahí estarán todas las luminarias,
todas las lámparas, todos los veneros de luz.
-Iré a verlo inmediatamente.
Corté, antes de que pudiera emitir una prohibición. Basta el
conocimiento de un hecho para percibir en el acto una serie de rasgos
confirmatorios, antes insospechados; me asombró no haber comprendido hasta ese
momento que Carlos Argentino era un loco. Todos esos Viterbo, por lo demás...
Beatriz (yo mismo suelo repetirlo) era una mujer, una niña de una clarividencia
casi implacable, pero había en ella negligencias, distracciones, desdenes,
verdaderas crueldades, que tal vez reclamaban una explicación patológica. La
locura de Carlos Argentino me colmó de maligna felicidad; íntimamente, siempre
nos habíamos detestado.
En la calle Garay, la sirvienta me dijo que tuviera la
bondad de esperar. El niño estaba, como siempre, en el sótano, revelando
fotografías. Junto al jarrón sin una flor, en el piano inútil, sonreía (más
intemporal que anacrónico) el gran retrato de Beatriz, en torpes colores. No
podía vernos nadie; en una desesperación de ternura me aproximé al retrato y le
dije:
-Beatriz, Beatriz Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz
querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo, soy Borges.
Carlos entró poco después. Habló con sequedad; comprendí que
no era capaz de otro pensamiento que de la perdición del Aleph.
-Una copita del seudo coñac -ordenó- y te zampuzarás en el
sótano. Ya sabes, el decúbito dorsal es indispensable. También lo son la
oscuridad, la inmovilidad, cierta acomodación ocular. Te acuestas en el piso de
baldosas y fijas los ojos en el decimonono escalón de la pertinente escalera.
Me voy, bajo la trampa y te quedas solo. Algún roedor te mete miedo ¡fácil
empresa! A los pocos minutos ves el Aleph. ¡El microcosmo de alquimistas y
cabalistas, nuestro concreto amigo proverbial, el multum in parvo!
Ya en el comedor, agregó:
-Claro está que si no lo ves, tu incapacidad no invalida mi
testimonio... Baja; muy en breve podrás entablar un diálogo con todas las
imágenes de Beatriz.
Bajé con rapidez, harto de sus palabras insustanciales. El
sótano, apenas más ancho que la escalera, tenía mucho de pozo. Con la mirada,
busqué en vano el baúl de que Carlos Argentino me habló. Unos cajones con
botellas y unas bolsas de lona entorpecían un ángulo. Carlos tomó una bolsa, la
dobló y la acomodó en un sitio preciso.
-La almohada es humildosa -explicó-, pero si la levanto un
solo centímetro, no verás ni una pizca y te quedas corrido y avergonzado.
Repantiga en el suelo ese corpachón y cuenta diecinueve escalones.
Cumplí con sus ridículos requisitos; al fin se fue. Cerró
cautelosamente la trampa; la oscuridad, pese a una hendija que después
distinguí, pudo parecerme total. Súbitamente comprendí mi peligro: me había
dejado soterrar por un loco, luego de tomar un veneno. Las bravatas de Carlos
transparentaban el íntimo terror de que yo no viera el prodigio; Carlos, para
defender su delirio, para no saber que estaba loco, tenía que matarme. Sentí un
confuso malestar, que traté de atribuir a la rigidez, y no a la operación de un
narcótico. Cerré los ojos, los abrí. Entonces vi el Aleph.
Arribo, ahora, al inefable centro de mi relato; empieza,
aquí, mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos
cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo
transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas
abarca? Los místicos, en análogo trance, prodigan los emblemas: para significar
la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los
pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en todas partes y la
circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a un
tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur. (No en vano
rememoro esas inconcebibles analogías; alguna relación tienen con el Aleph.)
Quizá los dioses no me negarían el hallazgo de una imagen equivalente, pero
este informe quedaría contaminado de literatura, de falsedad. Por lo demás, el
problema central es irresoluble: la enumeración, siquiera parcial, de un
conjunto infinito. En ese instante gigantesco, he visto millones de actos
deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan
el mismo punto, sin superposición y sin transparencia. Lo que vieron mis ojos
fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo,
sin embargo, recogeré.
En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una
pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí
giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los
vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o
tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de
tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo
claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi
el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en
el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi
interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos
los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle
Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en
Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi
convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en
Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo
cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda,
donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera
versión inglesa de Plinio, la de Philemon Holland, vi a un tiempo cada letra de
cada página (de chico, yo solía maravillarme de que las letras de un volumen
cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y
el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color
de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de
Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplican sin fin, vi
caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la
delicada osatura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando
tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las
sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres,
émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la
tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me
hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido
a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia
atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de
mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi
el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra
vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y
sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y
conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado:
el inconcebible universo.
Sentí infinita veneración, infinita lástima.
-Tarumba habrás quedado de tanto curiosear donde no te
llaman -dijo una voz aborrecida y jovial-. Aunque te devanes los sesos, no me
pagarás en un siglo esta revelación. ¡Qué observatorio formidable, che Borges!
Los zapatos de Carlos Argentino ocupaban el escalón más
alto. En la brusca penumbra, acerté a levantarme y a balbucear:
-Formidable. Sí, formidable.
La indiferencia de mi voz me extrañó. Ansioso, Carlos
Argentino insistía:
-¿Lo viste todo bien, en colores?
En ese instante concebí mi venganza. Benévolo,
manifiestamente apiadado, nervioso, evasivo, agradecí a Carlos Argentino Daneri
la hospitalidad de su sótano y lo insté a aprovechar la demolición de la casa
para alejarse de la perniciosa metrópoli, que a nadie ¡créame, que a nadie!
perdona. Me negué, con suave energía, a discutir el Aleph; lo abracé, al
despedirme, y le repetí que el campo y la serenidad son dos grandes médicos.
En la calle, en las escaleras de Constitución, en el
subterráneo, me parecieron familiares todas las caras. Temí que no quedara una
sola cosa capaz de sorprenderme, temí que no me abandonara jamás la impresión
de volver. Felizmente, al cabo
de unas noches de insomnio, me trabajó otra vez el olvido.
Posdata del primero de marzo de 1943. A los seis meses de la
demolición del inmueble de la calle Garay, la Editorial Procusto no se dejó
arredrar por la longitud del considerable poema y lanzó al mercado una
selección de "trozos argentinos". Huelga repetir lo ocurrido; Carlos
Argentino Daneri recibió el Segundo Premio Nacional de Literatura2.
El primero fue otorgado al doctor Aita; el tercero, al doctor Mario Bonfanti;
increíblemente, mi obra Los naipes del tahúr no logró un solo voto.
¡Una vez más, triunfaron la incomprensión y la envidia! Hace ya mucho tiempo
que no consigo ver a Daneri; los diarios dicen que pronto nos dará otro
volumen. Su afortunada pluma (no entorpecida ya por el Aleph) se ha consagrado
a versificar los epítomes del doctor Acevedo Díaz.
Dos observaciones quiero agregar: una, sobre la naturaleza
del Aleph; otra, sobre su nombre. Éste, como es sabido, es el de la primera
letra del alfabeto de la lengua sagrada. Su aplicación al disco de mi historia
no parece casual. Para la Cábala, esa letra significa el En Soph, la ilimitada
y pura divinidad; también se dijo que tiene la forma de un hombre que señala el
cielo y la tierra, para indicar que el mundo inferior es el espejo y es el mapa
del superior; para laMengenlehre, es el símbolo de los números transfinitos, en
los que el todo no es mayor que alguna de las partes. Yo querría saber: ¿Eligió
Carlos Argentino ese nombre, o lo leyó,aplicado a otro punto donde convergen
todos los puntos, en alguno de los textos innumerables que el Aleph de su casa
le reveló? Por increíble que parezca, yo creo que hay (o que hubo) otro Aleph,
yo creo que el Aleph de la calle Garay era un falso Aleph.
Doy mis razones. Hacia 1867 el capitán Burton ejerció en el
Brasil el cargo de cónsul británico; en julio de 1942 Pedro Henríquez Ureña
descubrió en una biblioteca de Santos un manuscrito suyo que versaba sobre el
espejo que atribuye el Oriente a Iskandar Zú al-Karnayn, o Alejandro Bicorne de
Macedonia. En su cristal se reflejaba el universo entero. Burton menciona otros
artificios congéneres -la séptuple copa de Kai Josrú, el espejo que Tárik
Benzeyad encontró en una torre (1001 Noches, 272), el espejo que Luciano de
Samosata pudo examinar en la luna (Historia verdadera, I, 26), la lanza
especular que el primer libro del Satyricon de Capella atribuye a
Júpiter, el espejo universal de Merlin, "redondo y hueco y semejante a un
mundo de vidrio" (The Faerie Queene, III, 2, 19)-, y añade estas curiosas
palabras: "Pero los anteriores (además del defecto de no existir) son
meros instrumentos de óptica. Los fieles que concurren a la mezquita de Amr, en
el Cairo, saben muy bien que el universo está en el interior de una de las
columnas de piedra que rodean el patio central... Nadie, claro está, puede
verlo, pero quienes acercan el oído a la superficie, declaran percibir, al poco
tiempo, su atareado rumor... La mezquita data del siglo VII; las columnas
proceden de otros templos de religiones anteislámicas, pues como ha escrito Abenjaldún: En
las repúblicas fundadas por nómadas es indispensable el concurso de forasteros
para todo lo que sea albañilería".
¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto
cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente es porosa para el
olvido; yo mismo estoy falseando y perdiendo, bajo la trágica erosión de los
años, los rasgos de Beatriz.
"Carta a una señorita en París" Julio Cortázar
Andrée, yo
no quería venirme a vivir a su departamento de la calle Suipacha. No tanto por
los conejitos, más bien porque me duele ingresar en un orden cerrado,
construido ya hasta en las más finas mallas del aire, esas que en su casa
preservan la música de la lavanda, el aletear de un cisne con polvos, el juego
del violín y la viola en el cuarteto de Rará. Me es amargo entrar en un ámbito
donde alguien que vive bellamente lo ha dispuesto todo como una reiteración
visible de su alma, aquí los libros (de un lado en español, del otro en francés
e inglés), allí los almohadones verdes, en este preciso sitio de la mesita el
cenicero de cristal que parece el corte de una pompa de jabón, y siempre un
perfume, un sonido, un crecer de plantas, una fotografía del amigo muerto,
ritual de bandejas con té y tenacillas de azúcar... Ah, querida Andrée, qué
difícil oponerse, aun aceptándolo con entera sumisión del propio ser, al orden
minucioso que una mujer instaura en su liviana residencia. Cuán culpable tomar
una tacita de metal y ponerla al otro extremo de la mesa, ponerla allí
simplemente porque uno ha traído sus diccionarios ingleses y es de este lado,
al alcance de la mano, donde habrán de estar. Mover esa tacita vale por un
horrible rojo inesperado en medio de una modulación de Ozenfant, como si de
golpe las cuerdas de todos los contrabajos se rompieran al mismo tiempo con el
mismo espantoso chicotazo en el instante más callado de una sinfonía de Mozart.
Mover esa tacita altera el juego de relaciones de toda la casa, de cada objeto
con otro, de cada momento de su alma con el alma entera de la casa y su
habitante lejana. Y yo no puedo acercar los dedos a un libro, ceñir apenas el
cono de luz de una lámpara, destapar la caja de música, sin que un sentimiento
de ultraje y desafio me pase por los ojos como un bando de gorriones.
Usted sabe
por qué vine a su casa, a su quieto salón solicitado de mediodía. Todo parece
tan natural, como siempre que no se sabe la verdad. Usted se ha ido a París, yo
me quedé con el departamento de la calle Suipacha, elaboramos un simple y
satisfactorio plan de mutua convivencia hasta que septiembre la traiga de nuevo
a Buenos Aires y me lance a mí a alguna otra casa donde quizá... Pero no le
escribo por eso, esta carta se la envío a causa de los conejitos, me parece
justo enterarla; y porque me gusta escribir cartas, y tal vez porque llueve.
Me mudé el
jueves pasado, a las cinco de la tarde, entre niebla y hastío. He cerrado
tantas maletas en mi vida, me he pasado tantas horas haciendo equipajes que no
llevaban a ninguna parte, que el jueves fue un día lleno de sombras y correas,
porque cuando yo veo las correas de las valijas es como si viera sombras,
elementos de un látigo que me azota indirectamente, de la manera más sutil y
más horrible. Pero hice las maletas, avisé a la mucama que vendría a
instalarme, y subí en el ascensor. Justo entre el primero y segundo piso sentí
que iba a vomitar un conejito. Nunca se lo había explicado antes, no crea que
por deslealtad, pero naturalmente uno no va a ponerse a explicarle a la gente
que de cuando en cuando vomita un conejito. Como siempre me ha sucedido estando
a solas, guardaba el hecho igual que se guardan tantas constancias de lo que
acaece (o hace uno acaecer) en la privacía total. No me lo reproche, Andrée, no
me lo reproche. De cuando en cuando me ocurre vomitar un conejito. No es razón
para no vivir en cualquier casa, no es razón para que uno tenga que
avergonzarse y estar aislado y andar callándose.
Cuando
siento que voy a vomitar un conejito me pongo dos dedos en la boca como una
pinza abierta, y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como
una efervescencia de sal de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un
brevísimo instante. Saco los dedos de la boca, y en ellos traigo sujeto por las
orejas a un conejito blanco. El conejito parece contento, es un conejito normal
y perfecto, sólo que muy pequeño, pequeño como un conejilo de chocolate pero blanco
y enteramente un conejito. Me lo pongo en la palma de la mano, le alzo la
pelusa con una caricia de los dedos, el conejito parece satisfecho de haber
nacido y bulle y pega el hocico contra mi piel, moviéndolo con esa trituración
silenciosa y cosquilleante del hocico de un conejo contra la piel de una mano.
Busca de comer y entonces yo (hablo de cuando esto ocurría en mi casa de las
afueras) lo saco conmigo al balcón y lo pongo en la gran maceta donde crece el
trébol que a propósito he sembrado. El conejito alza del todo sus orejas,
envuelve un trébol tierno con un veloz molinete del hocico, y yo sé que puedo
dejarlo e irme, continuar por un tiempo una vida no distinta a la de tantos que
compran sus conejos en las granjas.
Entre el
primero y segundo piso, Andrée, como un anuncio de lo que sería mi vida en su
casa, supe que iba a vomitar un conejito. En seguida tuve miedo (¿o era
extrañeza? No, miedo de la misma extrañeza, acaso) porque antes de dejar mi
casa, sólo dos días antes, había vomitado un conejito y estaba seguro por un
mes, por cinco semanas, tal vez seis con un poco de suerte. Mire usted, yo
tenía perfectamente resuelto el problema de los conejitos. Sembraba trébol en
el balcón de mi otra casa, vomitaba un conejito, lo ponía en el trébol y al cabo
de un mes, cuando sospechaba que de un momento a otro... entonces regalaba el
conejo ya crecido a la señora de Molina, que creía en un hobby y se
callaba. Ya en otra maceta venía creciendo un trébol tierno y propicio, yo
aguardaba sin preocupación la mañana en que la cosquilla de una pelusa subiendo
me cerraba la garganta, y el nuevo conejito repetía desde esa hora la vida y
las costumbres del anterior. Las costumbres, Andrée, son formas concretas del
ritmo, son la cuota del ritmo que nos ayuda a vivir. No era tan terrible
vomitar conejitos una vez que se había entrado en el ciclo invariable, en el
método. Usted querrá saber por qué todo ese trabajo, por qué todo ese trébol y
la señora de Molina. Hubiera sido preferible matar en seguida al conejito y... Ah,
tendría usted que vomitar tan sólo uno, tomarlo con dos dedos y ponérselo en la
mano abierta, adherido aún a usted por el acto mismo, por el aura inefable de
su proximidad apenas rota. Un mes distancia tanto; un mes es tamaño, largos
pelos, saltos, ojos salvajes, diferencia absoluta Andrée, un mes es un conejo,
hace de veras a un conejo; pero el minuto inicial, cuando el copo tibio y
bullente encubre una presencia inajenable... Como un poema en los primeros
minutos, el fruto de una noche de Idumea: tan de uno que uno mismo... y después
tan no uno, tan aislado y distante en su llano mundo blanco tamaño carta.
Me decidí,
con todo, a matar el conejito apenas naciera. Yo viviría cuatro meses en su
casa: cuatro -quizá, con suerte, tres- cucharadas de alcohol en el hocico.
(¿Sabe usted que la misericordia permite matar instantáneamente a un conejito
dándole a beber una cucharada de alcohol? Su carne sabe luego mejor, dicen,
aunque yo... Tres o cuatro cucharadas de alcohol, luego el cuarto de baño o un
piquete sumándose a los desechos.)
Al cruzar
el tercer piso el conejito se movía en mi mano abierta. Sara esperaba arriba,
para ayudarme a entrar las valijas... ¿Cómo explicarle que un capricho, una
tienda de animales? Envolví el conejito en mi pañuelo, lo puse en el bolsillo
del sobretodo dejando el sobretodo suelto para no oprimirlo. Apenas se movía.
Su menuda conciencia debía estarle revelando hechos importantes: que la vida es
un movimiento hacia arriba con un clic final, y que es también un cielo bajo,
blanco, envolvente y oliendo a lavanda, en el fondo de un pozo tibio.
Sara no vio
nada, la fascinaba demasiado el arduo problema de ajustar su sentido del orden
a mi valija-ropero, mis papeles y mi displicencia ante sus elaboradas
explicaciones donde abunda la expresión «por ejemplo». Apenas pude me encerré
en el baño; matarlo ahora. Una fina zona de calor rodeaba el pañuelo, el
conejito era blanquísimo y creo que más lindo que los otros. No me miraba,
solamente bullía y estaba contento, lo que era el más horrible modo de mirarme.
Lo encerré en el botiquín vacío y me volví para desempacar, desorientado pero
no infeliz, no culpable, no jabonándome las manos para quitarles una última
convulsión.
Comprendí
que no podía matarlo. Pero esa misma noche vomité un conejito negro. Y dos días
después uno blanco. Y a la cuarta noche un conejito gris.
Usted ha de
amar el bello armario de su dormitorio, con la gran puerta que se abre
generosa, las tablas vacías a la espera de mi ropa. Ahora los tengo ahí. Ahí
dentro. Verdad que parece imposible; ni Sara lo creería. Porque Sara nada
sospecha, y el que no sospeche nada procede de mi horrible tarea, una tarea que
se lleva mis días y mis noches en un solo golpe de rastrillo y me va calcinando
por dentro y endureciendo como esa estrella de mar que ha puesto usted sobre la
bañera y que a cada baño parece llenarle a uno el cuerpo de sal y azotes de sol
y grandes rumores de la profundidad.
De día
duermen. Hay diez. De día duermen. Con la puerta cerrada, el armario es una
noche diurna solamente para ellos, allí duermen su noche con sosegada
obediencia. Me llevo las llaves del dormitorio al partir a mi empleo. Sara debe
creer que desconfío de su honradez y me mira dubitativa, se le ve todas las
mañanas que está por decirme algo, pero al final se calla y yo estoy tan
contento. (Cuando arregla el dormitorio, de nueve a diez, hago ruido en el
salón, pongo un disco de Benny Carter que ocupa toda la atmósfera, y como Sara
es también amiga de saetas y pasodobles, el armario parece silencioso y acaso lo
esté, porque para los conejitos transcurre ya la noche y el descanso.)
Su día
principia a esa hora que sigue a la cena, cuando Sara se lleva la bandeja con
un menudo tintinear de tenacillas de azúcar, me desea buenas noches -sí, me las
desea, Andrée, lo más amargo es que me desea las buenas noches- y se encierra
en su cuarto y de pronto estoy yo solo, solo con el armario condenado, solo con
mi deber y mi tristeza.
Los dejo
salir, lanzarse ágiles al asalto del salón, oliendo vivaces el trébol que
ocultaban mis bolsillos y ahora hace en la alfombra efímeras puntillas que
ellos alteran, remueven, acaban en un momento. Comen bien, callados y
correctos, hasta ese instante nada tengo que decir, los miro solamente desde el
sofá, con un libro inútil en la mano -yo que quería leerme todos sus Giraudoux,
Andrée, y la historia argentina de López que tiene usted en el anaquel más
bajo-; y se comen el trébol.
Son diez.
Casi todos blancos. Alzan la tibia cabeza hacia las lámparas del salón, los
tres soles inmóviles de su día, ellos que aman la luz porque su noche no tiene
luna ni estrellas ni faroles. Miran su triple sol y están contentos. Así es que
saltan por la alfombra, a las sillas, diez manchas livianas se trasladan como
una moviente constelación de una parte a otra, mientras yo quisiera verlos
quietos, verlos a mis pies y quietos -un poco el sueño de todo dios, Andrée, el
sueño nunca cumplido de los dioses-, no así insinuándose detrás del retrato de
Miguel de Unamuno, en torno al jarrón verde claro, por la negra cavidad del
escritorio, siempre menos de diez, siempre seis u ocho y yo preguntándome dónde
andarán los dos que faltan, y si Sara se levantara por cualquier cosa, y la
presidencia de Rivadavia que yo quería leer en la historia de López.
No sé cómo
resisto, Andrée. Usted recuerda que vine a descansar a su casa. No es culpa mía
si de cuando en cuando vomito un conejito, si esta mudanza me alteró también
por dentro -no es nominalismo, no es magia, solamente que las cosas no se
pueden variar así de pronto, a veces las cosas viran brutalmente y cuando usted
esperaba la bofetada a la derecha-. Así, Andrée, o de otro modo, pero siempre
así.
Le escribo
de noche. Son las tres de la tarde, pero le escribo en la noche de ellos. De
día duermen ¡Qué alivio esta oficina cubierta de gritos, órdenes, máquinas
Royal, vicepresidentes y mimeógrafos! Qué alivio, qué paz, qué horror, Andrée!
Ahora me llaman por teléfono, son los amigos que se inquietan por mis noches
recoletas, es Luis que me invita a caminar o Jorge que me guarda un concierto.
Casi no me atrevo a decirles que no, invento prolongadas e ineficaces historias
de mala salud, de traducciones atrasadas, de evasión Y cuando regreso y subo en
el ascensor ese tramo, entre el primero y segundo piso me formulo noche a noche
irremediablemente la vana esperanza de que no sea verdad.
Hago lo que
puedo para que no destrocen sus cosas. Han roído un poco los libros del anaquel
más bajo, usted los encontrará disimulados para que Sara no se dé cuenta.
¿Quería usted mucho su lámpara con el vientre de porcelana lleno de mariposas y
caballeros antiguos? El trizado apenas se advierte, toda la noche trabajé con
un cemento especial que me vendieron en una casa inglesa -usted sabe que las
casas inglesas tienen los mejores cementos- y ahora me quedo al lado para que
ninguno la alcance otra vez con las patas (es casi hermoso ver cómo les gusta
pararse, nostalgia de lo humano distante, quizá imitación de su dios ambulando
y mirándolos hosco; además usted habrá advertido -en su infancia, quizá- que se
puede dejar a un conejito en penitencia contra la pared, parado, las patitas
apoyadas y muy quieto horas y horas).
A las cinco
de la mañana (he dormido un poco, tirado en el sofá verde y despertándome a
cada carrera afelpada, a cada tintineo) los pongo en el armario y hago la
limpieza. Por eso Sara encuentra todo bien aunque a veces le he visto algún
asombro contenido, un quedarse mirando un objeto, una leve decoloración en la
alfombra y de nuevo el deseo de preguntarme algo, pero yo silbando las
variaciones sinfónicas de Franck, de manera que nones. Para qué contarle, Andrée,
las minucias desventuradas de ese amanecer sordo y vegetal, en que camino
entredormido levantando cabos de trébol, hojas sueltas, pelusas blancas,
dándome contra los muebles, loco de sueño, y mi Gide que se atrasa, Troyat que
no he traducido, y mis respuestas a una señora lejana que estará preguntándose
ya si... para qué seguir todo esto, para qué seguir esta carta que escribo
entre teléfonos y entrevistas.
Andrée,
querida Andrée, mi consuelo es que son diez y ya no más. Hace quince días
contuve en la palma de la mano un último conejito, después nada, solamente los
diez conmigo, su diurna noche y creciendo, ya feos y naciéndoles el pelo largo,
ya adolescentes y llenos de urgencias y caprichos, saltando sobre el busto de
Antinoo (¿es Antinoo, verdad, ese muchacho que mira ciegamente?) o perdiéndose
en el living, donde sus movimientos crean ruidos resonantes, tanto que de allí
debo echarlos por miedo a que los oiga Sara y se me aparezca horripilada, tal
vez en camisón -porque Sara ha de ser así, con camisón- y entonces... Solamente
diez, piense usted esa pequeña alegría que tengo en medio de todo, la creciente
calma con que franqueo de vuelta los rígidos cielos del primero y el segundo
piso.
Interrumpí
esta carta porque debía asistir a una tarea de comisiones. La continúo aquí en
su casa, Andrée, bajo una sorda grisalla de amanecer. ¿Es de veras el día
siguiente, Andrée? Un trozo en blanco de la página será para usted el
intervalo, apenas el puente que une mi letra de ayer a mi letra de hoy. Decirle
que en ese intervalo todo se ha roto, donde mira usted el puente fácil oigo yo
quebrarse la cintura furiosa del agua, para mí este lado del papel, este lado
de mi carta no continúa la calma con que venía yo escribiéndole cuando la dejé
para asistir a una tarea de comisiones. En su cúbica noche sin tristeza duermen
once conejitos; acaso ahora mismo, pero no, no ahora. En el ascensor, luego, o
al entrar; ya no importa dónde, si el cuándo es ahora, si puede ser en
cualquier ahora de los que me quedan.
Basta ya,
he escrito esto porque me importa probarle que no fui tan culpable en el
destrozo insalvable de su casa. Dejaré esta carta esperándola, sería sórdido
que el correo se la entregara alguna clara mañana de París. Anoche di vuelta
los libros del segundo estante, alcanzaban ya a ellos, parándose o saltando,
royeron los lomos para afilarse los dientes -no por hambre, tienen todo el
trébol que les compro y almaceno en los cajones del escritorio. Rompieron las
cortinas, las telas de los sillones, el borde del autorretrato de Augusto
Torres, llenaron de pelos la alfombra y también gritaron, estuvieron en círculo
bajo la luz de la lámpara, en círculo y como adorándome, y de pronto gritaban,
gritaban como yo no creo que griten los conejos.
He querido
en vano sacar los pelos que estropean la alfombra, alisar el borde de la tela
roída, encerrarlos de nuevo en el armario. El día sube, tal vez Sara se levante
pronto. Es casi extraño que no me importe verlos brincar en busca de juguetes.
No tuve tanta culpa, usted verá cuando llegue que muchos de los destrozos están
bien reparados con el cemento que compré en una casa inglesa, yo hice lo que
pude para evitarle un enojo... En cuanto a mí, del diez al once hay como un
hueco insuperable. Usted ve: diez estaba bien, con un armario, trébol y
esperanza, cuántas cosas pueden construirse. No ya con once, porque decir once
es seguramente doce, Andrée, doce que serán trece. Entonces está el amanecer y
una fría soledad en la que caben la alegría, los recuerdos, usted y acaso
tantos más. Está este balcón sobre Suipacha lleno de alba, los primeros sonidos
de la ciudad. No creo que les sea difícil juntar once conejitos salpicados
sobre los adoquines, tal vez ni se fijen en ellos, atareados con el otro cuerpo
que conviene llevarse pronto, antes de que pasen los primeros colegiales.
"Nocturno" Julio Cortazar
Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían, y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.
como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo.
Todo ha quedado allá, las botellas, el barco,
no sé si me querían, y si esperaban verme.
En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos,
una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets.
Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad,
yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías.
Mi mujer sube y baja una pequeña escalera
como un capitán de navío que desconfía de las estrellas.
Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche.
Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran
a la ventana que tengo a mi espalda.
viernes, 15 de noviembre de 2013
"La noche quedo atrás" Manuel Otero
La noche quedó atrás
La noche quedó atrás,
un nuevo día se asoma en tu horizonte de ventura.
En lo que fuera llanto, hay alegría
en lo que fue rencor, hoy hay ternura.
Ya eres otro.
Todo es más noble en ti.
Todo es más puro,
porque todo de amor se te ha llenado.
¡Amar y solo amar!
Esa es la clave que mueve al universo,
a la vida.
Lo duro de la senda es más suave si tú puedes decir:
“Ama y olvida”.
Amar a Dios, a ti, al mundo entero.
A los que tú conoces, al extraño,
al rico, al poderoso, al pordiosero,
al que te
da la paz o te hace daño.
¡Tú ya eres otro!,
porque has podido arrancar la cadena que te ataba
a tu eterno “Imposible”,
y has
sabido trasponer el dolor que te agobiaba.
Llena tu mente de las cosas buenas,
de las cosas positivas que construyen
y deja en el ayer todas tus penas,
las
negaciones que todo lo destruyen.
Tu hogar será de dicha,
y en los tuyos hallarás el “Por qué” de tu camino.
Y todo para ti será de orgullo,
y tus hijos
tendrán otro destino.
Y tú que eres soltera,
buscarás, no al hombre que halague tus sentidos,
sino al alma que te comprenda más,
porque el
alma hace al hombre y no el vestido.
La noche quedó atrás.
Un nuevo día se anuncia en el dintel de tu ventana.
Ya no dejes que escape tu alegría
ni que
vuelva el ocaso a tu mañana.
Ya no vivas de ayeres, de lamentos.
Ya no suenes tu nota discordante.
Piensa siempre en todos tus momentos,
¡Que la vida comienza a cada instante!
"Espero curarme de ti" Jaime Sabines
Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de
beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en
turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es
mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las
palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender
fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el
silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se
dicen nada.
Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y
subversivo del que ama. Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué
calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las
gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú
sabías que decía «te quiero».
Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para
dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo
a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las
cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar
a un panteón.
"Pescador de hombres"
Tú has venido a la orilla
no has buscado a sabios, ni a ricos
tan solo quieres que yo te siga
Señor, me has mirado a las ojos
sonriendo, has dicho mi nombre
en la arena, he dejado mi barca
junto a ti, buscare otro mar
Tu necesitas mis manos
mis cansancios que a otros descansen
amor que quiero seguir amando
no has buscado a sabios, ni a ricos
tan solo quieres que yo te siga
Señor, me has mirado a las ojos
sonriendo, has dicho mi nombre
en la arena, he dejado mi barca
junto a ti, buscare otro mar
Tu necesitas mis manos
mis cansancios que a otros descansen
amor que quiero seguir amando
Señor, me has mirado a las ojos
sonriendo, has dicho mi nombre
en la arena, he dejado mi barca
junto a ti, buscare otro mar
Tu sabes bien lo que quiero
en mi barca no hay oro ni espadas
tan solo redes y mi trabajo
Señor, me has mirado a las ojos
sonriendo, has dicho mi nombre
en la arena, he dejado mi barca
junto a ti, buscare otro mar
Tu pescador de otros mares
ansia entera de almas que esperan
amigo bueno que así me llamas
Señor, me has mirado a las ojos
sonriendo, has dicho mi nombre
en la arena, he dejado mi barca
junto a ti, buscare otro mar
sonriendo, has dicho mi nombre
en la arena, he dejado mi barca
junto a ti, buscare otro mar
Tu sabes bien lo que quiero
en mi barca no hay oro ni espadas
tan solo redes y mi trabajo
Señor, me has mirado a las ojos
sonriendo, has dicho mi nombre
en la arena, he dejado mi barca
junto a ti, buscare otro mar
Tu pescador de otros mares
ansia entera de almas que esperan
amigo bueno que así me llamas
Señor, me has mirado a las ojos
sonriendo, has dicho mi nombre
en la arena, he dejado mi barca
junto a ti, buscare otro mar
"Amor real" Sin Bandera
Un día más, se llena de color
Y tú vendrás, llenándolo de amor
Ya no me preocupo al caminar
Porque tú estás aquí
Y pierdo todo el miedo que me da
Porque tú crees en mí
Tú me enseñaste a disfrutar
Mi vida mucho más
Dejando el sufrimiento atrás
Dándome,
Un amor real
Siempre tan natural
Lleno de libertad
Lleno de dar
Eres tú quien sabe bien lo que es amar.
Un día más, de mi pasión por ti
Y tú vendrás, para hacerme sentir
Que el límite de la felicidad, no llegará jamás
Que cada nuevo amanecer traerá una sorpresa más
Tú me enseñaste a disfrutar
Mi vida mucho más
Dejando el sufrimiento atrás
Dándome,
Un amor real
Siempre tan natural
Lleno de libertad
Lleno de dar
Eres tú quien sabe bien lo que es amar,
Vivir, disfrutar, reír, cantar y dar sin preguntar,
Un amor real
Siempre tan natural
Lleno de libertad
Lleno de dar
Eres tú quien sabe bien lo que es,
Un amor real
Siempre tan natural
Lleno de libertad
Lleno de dar
Eres tú quien sabe bien lo que es amar.
Un día más, se llena de color
Y tú vendrás, llenándolo de amor
Ya no me preocupo al caminar
Porque tú estás aquí
Y pierdo todo el miedo que me da
Porque tú crees en mí
Tú me enseñaste a disfrutar
Mi vida mucho más
Dejando el sufrimiento atrás
Dándome,
Un amor real
Siempre tan natural
Lleno de libertad
Lleno de dar
Eres tú quien sabe bien lo que es amar.
Un día más, de mi pasión por ti
Y tú vendrás, para hacerme sentir
Que el límite de la felicidad, no llegará jamás
Que cada nuevo amanecer traerá una sorpresa más
Tú me enseñaste a disfrutar
Mi vida mucho más
Dejando el sufrimiento atrás
Dándome,
Un amor real
Siempre tan natural
Lleno de libertad
Lleno de dar
Eres tú quien sabe bien lo que es amar,
Vivir, disfrutar, reír, cantar y dar sin preguntar,
Un amor real
Siempre tan natural
Lleno de libertad
Lleno de dar
Eres tú quien sabe bien lo que es,
Un amor real
Siempre tan natural
Lleno de libertad
Lleno de dar
Eres tú quien sabe bien lo que es amar.
"¿Te gusto todavía? Como siempre,mas que nunca"
Matilde y Manuel
"La única razón por la que sobreviví fuiste tu,
todos los días pensaba en ti"
Manuel
"Las ordenes se cumplen, no se discuten"
Adolfo
" No tengas miedo Matilde, ya te dije que soy un
hombre civilizado, jamás te levantaré la mano, ni seré grosero contigo. De mi
solo vas a recibir, ternura y cuidados.Te amo tanto, ... eres el regalo más
precioso que la vida me ha dado"
Manuel
"Déjame mostrarte lo mucho que te quiero... lo que
significas para mi... seré tierno contigo... amoroso, quiero que seas feliz,
quiero enseñarte lo mejor que hay en mí."
Manuel
"La vida sigue, aunque hay vacíos que no se
llenan"
Doña Augusta
"Cuando
uno piensa tanto en la muerte llega un momento en que esta ya no asusta"
Catalina
"El
hombre es el ser más cruel que hay en la tierra"
Padre
Urbano
"El
único lugar que puedo tener es el de querida"
Antonia
"Aunque
seas el amigo más ingrato y aunque no lo creas, me preocupo por tí"
Renato
Piquet
"No
somos los primeros ni los últimos, hay otras familias que han caído en la
desgracia"
Prudencia
"A
veces uno se enamora tanto tanto que piensa que ninguna otra mujer puede llegar
a ocupar el lugar de la que se fue"
Adolfo
"¿Si
las mujeres se revelan que va a ser de nosotros, quien nos va a atender,quien
nos va a mimar?"
Humberto
"A un
hombre enamorado se le puede sacar lo que sea"
Augusta
"Otra
cosa que me harta es el maldito orgullo de los hombres"
Doña Juana
"Ahora
que me he enamorado de ti, tu me odias"
Matilde
“Cuando un
hombre está enamorado, solo ve por los ojos de la mujer que quiere”
Rosario
jueves, 14 de noviembre de 2013
"El beso" Auguste Rodin
"El beso"
Auguste Rodin (1840 -1917)
El Beso representaba en su origen a Paolo y Francesca,
personajes procedentes de La Divina Comedia, poema de Dante Alighieri
(1265-1321). Matados por el marido de Francesca que les sorprendió besándose,
ambos enamorados fueron condenados a errar en los Infiernos.
"El único idioma universal es el beso."
Louis Charles Alfred de Musset
"En un beso... sabrás todo lo que he callado."
Pablo Neruda
"Orgullo y prejuicio" Jane Austen
“Es reconocida como verdad absoluta aquella que afirma que
un hombre soltero dueño de una gran fortuna ha de sentir algún día la necesidad
de casarse…”
"Sólo estoy dispuesta a actuar de la manera más acorde,
en mi opinión, con mi futura felicidad, sin tener en cuenta lo que usted o
cualquier otra persona igualmente ajena a mí, piense."
Elizabeth Bennet
"Tienes ante ti una triste disyuntiva, Elizabeth. A
partir de hoy serás una extraña para uno de tus padres. Tu madre te repudiará
si no te casas con el señor Collins, y yo te repudiaré si te casas con
él."
Señor Bennet
"No se puede decir que alguien sea de verdad brillante
si no sobrepasa con mucho a lo que encontramos de ordinario. Una mujer ha de
tener un conocimiento completo de la música, del canto, del dibujo, del baile y
de los idiomas modernos para merecer ese calificativo; y junto a todo eso, ha
de poseer un algo indefinible en el semblante y en la manera de andar; así como
en el tono de voz, la elocución y la manera de expresarse, porque, de lo
contrario, sólo merecerá a medias ese elogio."
Caroline Bingley
"Ha de poseer todo eso, y aún algo más sustancial,
mediante el perfeccionamiento de su inteligencia gracias a unas lecturas muy
extensas."
Fitzwilliam Darcy
"Me ocupaba en cosas mucho más agradables. He estado
meditando en el gran placer que pueden proporcionar unos ojos hermosos en el
rostro de una mujer bonita"
Fitzwilliam Darcy
"A poca gente quiero de verdad, y de muy pocos tengo
buen concepto. Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me
confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que
se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia".
Elizabeth Bennet
"En vano he luchado. No quiero hacerlo más. Mis sentimientos
no pueden contenerse. Permítame usted que le manifieste cuan ardientemente la
admiro y la amo."
Fitzwilliam Darcy
"Me pregunto quién sería el primero en descubrir la
eficacia de la poesía para acabar con el amor."
Elizabeth Bennet
"Mis afectos y deseos no han cambiado, pero una palabra
suya me silenciará para siempre"
Fitzwilliam Darcy
"Ocultando sus pensamientos al hombre a quien ama, una
mujer puede perder la ocasión de despertar su amor, y es un triste consuelo
para ella pensar que nadie se ha enterado de que estaba enamorada. En los
enamoramientos cuentan mucho la gratitud y la vanidad; de ahí que sea peligroso
dejar que surjan por sí mismos. Su inclinación puede ser espontánea y empezar
como una sencilla preferencia, cosa muy natural; pero somos pocos los que
tenemos suficiente valentía para enamorarnos del todo si la otra parte no nos
anima, De diez casos, en nueve aconsejaría a las mujeres que demostrasen más
afecto del que realmente siente, pues todo puede quedar en simpatía si ellas no
le animan al caballero a continuar."
Charlotte Lucas
"Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el
tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo
poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia."
"Me pregunto quién sería el primero en descubrir la
eficacia de la poesía para acabar con el amor."
"Somos pocos los que tenemos suficiente valentía para enamorarnos del todo
si la otra parte no nos anima."
"Could you" Morgan Visconti
If you love yourself, you can love anyone else
if you be yourself, you can be anyone you want
so look inside and believe
so look inside and you'll see
If you take the time, to figure out who you are
you could make up your mind, before they make it for you
so look inside and believe
so look inside and you'll see
You keep telling yourself that what they say is what they want you to believe
and what they want you to become is just another one of them
Could you see yourself and be happy with what you saw
could you picture the world through the eyes of a little girl
so look inside and believe
so look inside and you'll see
so look inside and believe
if you be yourself, you can be anyone you want
so look inside and believe
so look inside and you'll see
If you take the time, to figure out who you are
you could make up your mind, before they make it for you
so look inside and believe
so look inside and you'll see
You keep telling yourself that what they say is what they want you to believe
and what they want you to become is just another one of them
Could you see yourself and be happy with what you saw
could you picture the world through the eyes of a little girl
so look inside and believe
so look inside and you'll see
so look inside and believe
miércoles, 13 de noviembre de 2013
"Dos palabras" Alfonsina Storni
Esta
noche al oído me has dicho dos palabras
Comunes. Dos palabras cansadas
De ser dichas. Palabras
Que de viejas son nuevas.
Dos palabras tan dulces que la luna que andaba
Filtrando entre las ramas
Se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
Que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
Moverme para echarla.
Tan dulces dos palabras
?Que digo sin quererlo? ¡oh, qué bella, la vida!?
Tan dulces y tan mansas
Que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.
Tan dulces y tan bellas
Que nerviosos, mis dedos,
Se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran
Cortar estrellas.
Comunes. Dos palabras cansadas
De ser dichas. Palabras
Que de viejas son nuevas.
Dos palabras tan dulces que la luna que andaba
Filtrando entre las ramas
Se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
Que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
Moverme para echarla.
Tan dulces dos palabras
?Que digo sin quererlo? ¡oh, qué bella, la vida!?
Tan dulces y tan mansas
Que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.
Tan dulces y tan bellas
Que nerviosos, mis dedos,
Se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran
Cortar estrellas.
"Lo cotidiano" Rosario Castellanos
Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;
Este cabello triste que se cae
Cuando te estás peinando ante el espejo.
Esos túneles largos
Que se atraviesan con jadeo y asfixia;
Las paredes sin ojos,
El hueco que resuena
De alguna voz oculta y sin sentido.
Para el amor no hay tregua, amor. La noche
Se vuelve, de pronto, respirable.
Y cuando un astro rompe sus cadenas
Y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,
No por ello la ley suelta sus garfios.
El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla
El sabor de las lágrimas.
Y en el abrazo ciñes
El recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.
Este cabello triste que se cae
Cuando te estás peinando ante el espejo.
Esos túneles largos
Que se atraviesan con jadeo y asfixia;
Las paredes sin ojos,
El hueco que resuena
De alguna voz oculta y sin sentido.
Para el amor no hay tregua, amor. La noche
Se vuelve, de pronto, respirable.
Y cuando un astro rompe sus cadenas
Y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,
No por ello la ley suelta sus garfios.
El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla
El sabor de las lágrimas.
Y en el abrazo ciñes
El recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.
"Dame la mano" Gabriela Mistral
Dame
la mano y danzaremos;
dame la mano y me amarás.
Como una sola flor seremos,
como una flor, y nada más...
El mismo verso cantaremos,
al mismo paso bailarás.
Como una espiga ondularemos,
como una espiga, y nada más.
Te llamas Rosa y yo Esperanza;
pero tu nombre olvidarás,
porque seremos una danza
en la colina y nada más...
dame la mano y me amarás.
Como una sola flor seremos,
como una flor, y nada más...
El mismo verso cantaremos,
al mismo paso bailarás.
Como una espiga ondularemos,
como una espiga, y nada más.
Te llamas Rosa y yo Esperanza;
pero tu nombre olvidarás,
porque seremos una danza
en la colina y nada más...
"Tú, que nunca serás" Alfonsina Storni
Sábado
fue, y capricho el beso dado,
capricho de varón, audaz y fino,
mas fue dulce el capricho masculino
a este mi corazón, lobezno alado.
No es que crea, no creo, si inclinado
sobre mis manos te sentí divino,
y me embriagué. Comprendo que este vino
no es para mí, mas juega y rueda el dado.
Yo soy esa mujer que vive alerta,
tú el tremendo varón que se despierta
en un torrente que se ensancha en río,
y más se encrespa mientras corre y poda.
Ah, me resisto, más me tiene toda,
tú, que nunca serás del todo mío.
capricho de varón, audaz y fino,
mas fue dulce el capricho masculino
a este mi corazón, lobezno alado.
No es que crea, no creo, si inclinado
sobre mis manos te sentí divino,
y me embriagué. Comprendo que este vino
no es para mí, mas juega y rueda el dado.
Yo soy esa mujer que vive alerta,
tú el tremendo varón que se despierta
en un torrente que se ensancha en río,
y más se encrespa mientras corre y poda.
Ah, me resisto, más me tiene toda,
tú, que nunca serás del todo mío.
"Ya no" Elena Idea Vilariño Romani
Ya no será,
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.
Ya no soy más que yo para siempre y tú
Ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa, no te tendré de noche
no te besaré al irme, nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.
Ya no soy más que yo para siempre y tú
Ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro
no sabré dónde vives, con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte. No te veré morir.
(De Poemas de amor, 1957)
"Si me quieres, quiéreme entera" Dulce María Loynaz
Si
me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra...
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
y morena...
Quiéreme día,
quiéreme noche...
¡Y madrugada en la ventana abierta!
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda... O no me quieras!
(De Versos, 1920-1938)
no por zonas de luz o sombra...
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
y morena...
Quiéreme día,
quiéreme noche...
¡Y madrugada en la ventana abierta!
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda... O no me quieras!
(De Versos, 1920-1938)
"Besos" Gabriela Mistral
Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.
¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.
¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.
"Y llegaste tu" Sin Bandera
Yo solía
pensar que sabía quien eras tú
no sabía que dentro de ti yo iba encontrar la luz
no sabia que existía un mundo así
no sabía que podía ser tan feliz
Y la vida pasaba de largo vacía sin emoción
no había nada flotando en el aire abrazándome el corazón
y llegaste tú y el mundo me abrazo
y llegaste tú y el mundo se paro
Y llegaste tú y me sorprendió
el poder que había en este amor
y llegaste tú una bendición
aún recuerdo el momento en que todo cambió
y llegaste tú y me sorprendió
el poder que hay en este amor
y llegaste tú, una bendición
aún recuerdo cuando llegaste tú
Hoy que estoy en tus brazos recuerdo mi soledad
y me río pensando en las veces que yo te dejé pasar
y llegaste tú y el mundo me abrazó
y llegaste tú y el mundo se paró
Y llegaste tú y me sorprendió
el poder que había en este amor
y llegaste tú una bendición
aún recuerdo el momento en que todo cambió
y llegaste tú y me sorprendió
el poder que hay en este amor
y llegaste tú, una bendición
aún recuerdo cuando llegaste tú
no sabía que dentro de ti yo iba encontrar la luz
no sabia que existía un mundo así
no sabía que podía ser tan feliz
Y la vida pasaba de largo vacía sin emoción
no había nada flotando en el aire abrazándome el corazón
y llegaste tú y el mundo me abrazo
y llegaste tú y el mundo se paro
Y llegaste tú y me sorprendió
el poder que había en este amor
y llegaste tú una bendición
aún recuerdo el momento en que todo cambió
y llegaste tú y me sorprendió
el poder que hay en este amor
y llegaste tú, una bendición
aún recuerdo cuando llegaste tú
Hoy que estoy en tus brazos recuerdo mi soledad
y me río pensando en las veces que yo te dejé pasar
y llegaste tú y el mundo me abrazó
y llegaste tú y el mundo se paró
Y llegaste tú y me sorprendió
el poder que había en este amor
y llegaste tú una bendición
aún recuerdo el momento en que todo cambió
y llegaste tú y me sorprendió
el poder que hay en este amor
y llegaste tú, una bendición
aún recuerdo cuando llegaste tú
"Te amo, hasta que el invierno se refleje en nuestra piel"
Fuiste mi gran amor, eres y serás siempre uno de mis mejores recuerdos. Siempre tendrás un lugar en mi corazón. Se feliz y hasta pronto.
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